Navarro Reverter (avenida)

Navarro Reverter (avenida)

Distrito: L’Eixample

Barrio: Pla del Remei

Las calles de Valencia y su historia. Navarro Reverter (avenida)

La avenida Navarro Reverter comienza en la plaza Porta de la Mar, 2 y finaliza en la plaza América, 5.

Juan Navarro Reverter (Valencia, 27 de enero de 1.844 – Madrid, 2 de abril de 1.924).

Político, hacendista y hombre de negocios.

Miembro de una familia de comerciantes, estudió primero en Valencia y después en Madrid, donde obtuvo el título de ingeniero.

Tras un período dedicado a la docencia en la Escuela de Montes y al trabajo en el Instituto Geográfico, en 1.872 se instaló en Valencia y entró en el círculo industrial y financiero de José Campo, luego marqués de Campo, dueño e inspirador de múltiples negocios ligados al desarrollo económico valenciano en las décadas centrales del siglo XIX.

En 1.873 formó parte de la delegación española en la Exposición Universal de Viena y dejó testimonio de su temprano compromiso con el progreso técnico y la búsqueda de la estabilidad política en España.

Hombre de confianza de Campo, se hizo cargo de la dirección de la fábrica del gas de Valencia y abordó a sus órdenes otras empresas como la liquidación de la Sociedad Valenciana de Crédito y Fomento y la construcción del ferrocarril Carcagente-Gandía-Denia.

Fundó asimismo en 1.877 la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia y fomentó la modernización de los regadíos con el fin de impulsar el cultivo de la naranja, clave en el progreso agrario de la zona.

En 1.882 marchó a Madrid para ponerse al frente del Banco Peninsular Ultramarino, aunque pronto rompió con Campo y se estableció por su cuenta con inversiones en distintos sectores, principalmente en el de los transportes urbanos: en 1.885 constituyó la Sociedad Valenciana de Tranvías.

Durante el resto de su vida estuvo vinculado a compañías ferroviarias, editoriales, metalúrgicas y mineras.

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Al igual que otras personas de su generación, abominó del caos político del Sexenio Revolucionario y se integró en los ambientes públicos de la Restauración tras el golpe que a fines de 1.874 acaudilló en Sagunto el general Martínez Campos, en cuya gestación había intervenido su entorno valenciano.

Ajeno a fidelidades partidistas pero con buenos contactos a derecha e izquierda, buscó un escaño parlamentario desde el que defender intereses empresariales y locales.

Lo encontró en el distrito de Segorbe (Castellón), que representó eficazmente en el Congreso de los Diputados entre 1.886 y 1.903, cuando fue nombrado senador vitalicio, y en el que le sucedió más tarde su hijo Juan Navarro-Reverter y Gomis.

También se convirtió en la mano derecha del notable que dominaba la política castellonense, Carlos O’Donnell Abreu, duque de Tetuán, a quien siguió cuando este abandonó con sus fieles el Partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta y se unió al conservador de Antonio Cánovas en 1.890.

Ya en el Parlamento se dedicó al estudio de los problemas económicos y comenzó a distinguirse por sus ideas nacionalistas, que le llevaban a enarbolar la bandera del proteccionismo frente a la postura, más favorable al librecambio, de la mayoría liberal.

Fue asimismo vicepresidente de la Exposición Universal de Barcelona de 1.888 y trabó fuertes lazos con la patronal catalana.

Entre 1.890 y 1.892, con un gabinete canovista, ocupó una dirección general y la subsecretaría en el Ministerio de Hacienda, colaboró en el diseño de las tarifas del nuevo y más proteccionista “arancel de guerra” y, como presidente de la comisión de tratados internacionales de comercio, concertó varios acuerdos que lo completaban.

Se encargó además de la conmemoración patriótica del IV Centenario del Descubrimiento de América.

En los siguientes gobiernos conservadores, que presidieron Cánovas y Marcelo Azcárraga de marzo de 1.895 a octubre de 1.897, fue por primera vez ministro de Hacienda.

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Su misión consistía entonces en allegar recursos suficientes con los que atender al esfuerzo militar en la guerra colonial que, primero en el Caribe y después también en el Pacífico, amenazaba los restos del Imperio español.

En esas difíciles circunstancias demostró su capacidad para improvisar y sus dotes de organizador, las cuales le valdrían la aureola de hacendista especializado en resolver situaciones complicadas, aunque también cierta fama de arbitrista.

Procuró que los efectos económicos del conflicto repercutieran lo menos posible sobre los contribuyentes, por lo que buscó caudales de crédito tanto dentro como fuera de España.

Al comienzo hubo de conformarse con el empleo intensivo de la deuda ultramarina, pero después utilizó expedientes más ambiciosos como la aprobación de un presupuesto extraordinario, que sustraía de las cuentas habituales el aumento del gasto y el consiguiente déficit, al tiempo que los asentaba sobre varias operaciones financieras de gran envergadura.

Renovó, por ejemplo, el contrato del Estado con la Compañía Arrendataria del Monopolio de Tabacos a cambio de un aumento del canon, de préstamos y de una mayor participación estatal en los beneficios de la empresa.

Pero sus planes para captar capitales extranjeros, que incluían un trato con la casa Rothschild, tropezaron con el encarecimiento del dinero en los mercados europeos y terminaron naufragando.

La respuesta interna llegó con el empréstito nacional de noviembre de 1.896, una emisión de valores del Tesoro peninsular con el respaldo de la renta de aduanas que, envuelta en llamadas urgentes al sacrificio patriótico, tuvo un éxito inesperado entre diversos sectores sociales.

Sin embargo, el empréstito no bastó para satisfacer las necesidades de la guerra en Ultramar.

Hubo que recurrir al aumento de algunos impuestos, a nuevos monopolios como el de pólvora y explosivos y, sobre todo, al Banco de España, fuente inagotable de financiación para el Estado.

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Todo lo cual elevó de forma considerable el nivel de endeudamiento público, amplió la masa monetaria en circulación y provocó la depreciación de la peseta, incentivos para una reforma fiscal que no llegaría hasta el final de siglo (tras la pérdida definitiva de Cuba, Filipinas y Puerto Rico en el enfrentamiento armado de 1.898 con los Estados Unidos) de la mano de otro conservador, Raimundo Fernández Villaverde.

No obstante, Navarro Reverter llevó a cabo algunas mejoras en la administración tributaria y dio un paso decisivo en el perfeccionamiento de las contribuciones sobre la riqueza rústica al iniciar la confección experimental del catastro, un instrumento fiscal básico que no se implantaría por completo en España hasta bien entrado el siglo XX.

El asesinato de Cánovas en el verano de 1.897 abrió un período de crisis en el conservadurismo español, que se saldó con la llegada al liderazgo de Francisco Silvela, adalid de la moralización en la vida pública y de la alianza con el catolicismo político.

Juan Navarro Reverter y otros tetuanistas, enfrentados de antiguo con el nuevo jefe, emprendieron el camino de la disidencia en nombre de los principios liberal-conservadores canovistas, por lo que fueron apodados irónicamente “caballeros del Santo Sepulcro”.

Sus propuestas de gobiernos de concentración al margen del turno pactado entre las dos grandes fuerzas políticas no dispusieron de oportunidad alguna en el tránsito de la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena al reinado efectivo de Alfonso XIII, que alcanzó la mayoría de edad en 1.902.

Así pues, tras la muerte del duque de Tetuán y la disgregación de su grupo, Navarro Reverter anunció en 1.904 su incorporación al Partido Liberal-Democrático, una de las dos facciones en las que, desaparecido también Sagasta, se había dividido la izquierda monárquica.

Cambiaba de obediencia partidista por última vez para situarse en el campo de los enemigos del clericalismo y de los abogados de la reforma social.

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La vuelta al liberalismo dinástico, imbuido ahora, como él, de las actitudes nacionalistas e intervencionistas que recorrían Europa, le proporcionó más responsabilidades en el terreno fiscal.

En 1.905 asumió la presidencia de la comisión extraparlamentaria encargada de estudiar la transformación del impuesto de consumos, un tributo indirecto que ocasionaba numerosas protestas populares.

La comisión publicó informes sobre la posibilidad, que ya habían acariciado los progresistas del siglo anterior, de abolir el impuesto.

Entre julio de 1.906 y enero de 1.907, primero en un Gobierno liberal demócrata presidido por José López Domínguez y luego en otro de coalición liberal bajo la batuta del marqués de la Vega de Armijo, asió de nuevo la cartera de Hacienda.

Los liberales, en contra de sus tradiciones, habían ratificado poco antes otra subida de aranceles y a él le tocó cerrar alguno de los acuerdos comerciales subsiguientes, pero sobre todo pugnó desde el Ministerio por retocar impuestos y por suprimir de forma gradual los consumos con medidas que proporcionaran recursos alternativos a los ayuntamientos que los cobraban y dependían de ellos.

La protesta de quienes se sentían perjudicados por las reformas y las divisiones en la mayoría gubernamental impidieron su aprobación.

No obstante, la gestión ministerial de Navarro Reverter se vio coronada por el mayor superávit presupuestario conocido hasta la fecha.

Tuvo que permanecer en la oposición durante la larga etapa de gobierno que entre 1.907 y 1.909 protagonizó Antonio Maura, heredero de Silvela en la jefatura conservadora, aunque no tomó parte en las campañas propagandísticas del bloque de las izquierdas antimaurista porque había establecido una buena comunicación con el joven rey Alfonso y desconfiaba del acercamiento de los liberales a los republicanos.

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Cuando su partido retornó al poder le costó volver al Ministerio.

José Canalejas, triunfador en la lucha por el liderazgo liberal y presidente desde 1.910, le dio asiento en el Consejo de Estado y más tarde lo designó embajador de España ante la Santa Sede, un puesto del que, mal visto por las autoridades eclesiásticas, no llegó a tomar posesión.

Pagó seguramente las tensas relaciones que mantenía con el Vaticano el ejecutivo de Canalejas, empeñado en aprobar una ley de asociaciones que sometiera a la vigilancia del Estado las actividades de las órdenes religiosas en territorio español.

Finalmente, Navarro Reverter regresó al Ministerio de Hacienda en marzo de 1.912 y permaneció en él, más allá del asesinato de Canalejas en noviembre, hasta el término de aquel año.

Ahora hubo de lidiar con las consecuencias que acarreaba la definitiva eliminación del impuesto de consumos como tributo estatal aprobada por las Cortes durante el mandato de su antecesor en el cargo.

El superávit había desaparecido ya de las cuentas públicas a causa de una nueva guerra colonial, la de Marruecos, iniciada unos años antes, por lo que, dentro de la ortodoxia liberal que exigía el equilibrio hacendístico, debía encontrar mejores fórmulas niveladoras.

Presentó otra vez dos presupuestos, uno corriente y otro especial, que contemplaban la introducción de distintos recargos impositivos y de un tributo sobre la sal, y la autorización para emitir y negociar abundante deuda pública.

La movilización de las instituciones y los grupos económicos afectados forzó la retirada de algunas cláusulas y el aplazamiento de la supresión de los consumos como impuesto municipal, vigente hasta mediado el siglo.

Su última etapa ministerial consistió en el paso por la cartera de Estado en un gobierno del conde de Romanones, que logró hacerse provisionalmente con la herencia de Canalejas, entre enero y junio de 1.913.

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Desde su puesto se limitó a secundar la política marcada por el presidente, que normalizó al fin las relaciones con la Santa Sede y estrechó los lazos de amistad con Francia, imprescindibles para llevar a cabo la colonización de Marruecos, mediante la visita oficial de Alfonso XIII a París.

Poco después, Navarro Reverter presidiría el Consejo de Estado.

En los años siguientes ejerció como uno más de los notables del Partido Liberal en las sucesivas escisiones y coaliciones que salpicaron la historia de la izquierda dinástica en los años de la crisis de la Restauración.

En 1.917, y tras el fracaso de Romanones en su intento de orientar la política exterior española hacia el bando aliado en la Gran Guerra, siguió la tendencia mayoritaria y se incorporó al sector demócrata que dirigía el gran rival del conde, Manuel García Prieto.

Su escasa presencia en la escena política durante la última década de su vida se vio compensada por otras actividades.

Pertenecía a la Real Academia de Ciencias y a la Española, para la que fue elegido (en competencia con Ramón María del Valle-Inclán) gracias a su trayectoria pública y a aficiones literarias que había cultivado desde su juventud y que le llevaron a interesarse, por ejemplo, por la poesía provenzal.

Además, ocupó desde 1.916 la presidencia de la Compañía Arrendataria del Monopolio de Tabacos, en representación de la cual renovó en 1.921 el contrato estatal que él mismo había impulsado veinticinco años antes.

Abandonó este cargo, forzado por un decreto de la dictadura del general Primo de Rivera, en vísperas de su fallecimiento.

Terminaba así una existencia dedicada a los negocios, a la política y, sobre todo, a los problemas hacendísticos de la España de su tiempo.

El Ayuntamiento de Valencia le nombró Hijo Predilecto de la ciudad en 1.909.

Esta avenida se llamó con anterioridad calle Llano del Remedio, porque en ella estuvo, con anterioridad a la desamortización de Mendizabal en 1.836, el convento de Nuestra Señora del Remedio, perteneciente a la orden de los frailes del Remey, fuera el Portal de la Mar, se cita en una providencia del Almotacén de octubre de 1.703, otro nombre que tuvo durante la guerra civil fue el de avenida de México, por acuerdo municipal de noviembre de 1.936.

El rótulo actual, Navarro Reverter (avenida), fue autorizado por decisión municipal de noviembre de 1.939.

NOTA

Las calles de Valencia y su historia. Navarro Reverter (avenida)

Se ha utilizado en esta relación el orden oficial numérico de los distritos municipales, dentro de estos se ha utilizado el orden alfabético de los barrios, y dentro de estos, el orden alfabético de los rótulos.

Conforme a lo dispuesto por el Excmo. Ayuntamiento en materia de rótulos, se han expresado éstos en lengua valenciana, salvo los de procedencia netamente castellana, los de personajes que han solicitado sus descendientes o instituciones relacionadas con los mismos el respeto a la expresión castellana o los de dudosa traducción.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía

  • Las calles de Valencia y pedanías, Rafael Gil Salinas y Carmen Palacios Albandea.

  • Vicente Gascón Pelegrí. Prohombres valencianos en Los últimos cien años, 1.878-1.978. Valencia.

  • Nomenclator de las puertas, calles y plazas de Valencia. Manuel Carboneres. 1.873