Zumalacárregui (plaza)

Zumalacárregui (plaza)

Distrito: L’Olivereta

Barrio: La Llum

En la plaza Zumalacárregui confluyen las calles Casa Misericordia, Roure Valencia, José María Bayarri y la plaza de las Tretze Roses.

Actualmente la plaza Zumalacarregui, pasa a llamarse plaza De las Tretze Roses por un acuerdo municipal de 2.017.

Las calles de Valencia y su historia. Zumalacárregui (plaza)

Tomás de Zumalacárregui e Imaz (Ormaiztegui, Guipúzcoa, 29 de diciembre de 1.788 – Cegama, Guipúzcoa, 24 de junio de 1.835)

Duque de la Victoria de las Amézcuas (I) y conde de Zumalacárregui (I).

General Carlista

Penúltimo de los catorce hijos del escribano real y acaudalado propietario de Ormaiztegui, Antonio Zumalacárregui, y de María Ana de Imaz Altolaguirre.

Por la rama materna era sobrino del general y ministro de Hacienda de Fernando VII e Isabel II José de Imaz.

Huérfano de padre desde antes de cumplir los cuatro años, a los cinco comenzó a asistir a la escuela, donde adquirió un admirable conocimiento del latín y se destacó por su afición a los juegos bélicos.

A los trece años abandonó el domicilio familiar y se estableció en Idiazabal (Guipúzcoa), donde fue empleado por un primo escribano.

Tres años más tarde marchó varios meses a Pamplona para instruirse en la curia eclesiástica, alojándose en casa del procurador Francisco Javier de Ollo, donde tuvo ocasión de conocer a su hija Pancracia, con quien se casaría en 1.820.

Al producirse el alzamiento contra los franceses, Zumalacárregui, al igual que otros muchos jóvenes navarros, se dirigió a Zaragoza para colaborar en su defensa, alistándose en el quinto batallón de zaragozanos, después denominado batallón del Portillo, en cuyas filas participó en el primer sitio de Zaragoza.

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Estuvo después en la acción de Tudela, participando asimismo en el segundo sitio de Zaragoza, cayendo prisionero de los franceses el 31 de diciembre de 1.808, y fugándose hacia Navarra pocos días más tarde.

Incorporado a la partida de Gaspar de Jáuregui, conocido como el “Pastor”, ejerció como su secretario y lugarteniente, combatiendo en numerosas acciones.

A principios de abril de 1.810, se incorporó como oficial al primer regimiento de infantería de Guipúzcoa, en cuyas filas combatió hasta el fin de la guerra.

A finales de 1.812 fue comisionado por el general Mendizábal para marchar a Cádiz con documentos que acreditasen “los servicios extraordinarios que ha hecho la Provincia en el armamento de los batallones y demás, como también la puntualidad en la publicación y jura de la Constitución”.

La designación tal vez no fuera ajena al hecho de que su hermano Miguel fuese diputado por Guipúzcoa.

Tuvo pues Zumalacárregui ocasión de conocer las famosas Cortes de Cádiz y, según Madrazo, utilizó los servicios de su hermano para conseguir el ascenso a capitán.

Tras la batalla de San Marcial (San Sebastián, 31 de agosto de 1.813), en cuya carga a la bayoneta tomó parte, quedó de guarnición en San Sebastián donde aprovechó el tiempo disponible para dedicarse al estudio de la táctica y la estrategia militar.

Tras ejercer como capitán archivero junto al general Areizaga pasó a mandar una compañía del regimiento de Borbón, y disuelto este en 1.818 se incorporó al de Vitoria.

En marzo de 1.821, fue destinado al de las Órdenes Militares, de guarnición en Zamora, que al producirse el alzamiento realista de Navarra a finales del mismo año fue trasladado a Pamplona.

A principios de 1.822 logró ponerse en contacto con los generales absolutistas Eguía y Quesada, “con el objeto de entregar si era posible aquella plaza a las armas realistas, o pasarse en otro caso con la mayor parte de la fuerza que le fuere posible”, según consta en su expediente personal del Servicio Histórico Militar.

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Sin embargo, su actividad le hizo sospechoso a varios de sus compañeros de armas, que le denunciaron repetidas veces por desafección al sistema, motivo por el cual se le separó del mando y se le ordenó trasladarse a Vitoria, lo que aprovechó para incorporarse a las partidas realistas.

No obstante, Quesada decidió que sería más útil si podía seguir trabajando en el seno del enemigo, por lo que le hizo pasar por prisionero de guerra y le dejó en libertad bajo palabra para que regresase a Pamplona, donde la estrecha vigilancia a que fue sometido motivó su fuga a las filas realistas el 18 de agosto acompañado por un par de oficiales de su mismo cuerpo.

Nada más incorporarse a las filas realistas, Zumalacárregui fue puesto a la cabeza del segundo batallón de la división de Navarra, puesto en el que continuó hasta que fue disuelto una vez acabada la guerra.

Ascendido a coronel en el transcurso de la campaña, se encontró, al igual que otros muchos de sus compañeros de armas, con problemas para revalidar su grado, pues en opinión del inspector general de infantería sus servicios quedarían sobradamente recompensados con el nombramiento de primer comandante.

Finalmente, el 9 de agosto de 1.824 se le reconoció el grado de teniente coronel.

Disuelta la división de Navarra, Zumalacárregui recibió el encargo de formar con aquellos de sus componentes que quisieran continuar en el servicio de las armas un batallón de infantería ligera, labor a la que dio comienzo en marzo de 1.824.

Curiosamente Zumalacárregui no fue destinado a la unidad que acababa de formar, sino que una vez recibido el nombramiento de teniente coronel fue trasladado al regimentó de infantería Cazadores del Rey, de guarnición en Huesca.

Al pasar por la ciudad Fernando VII, de vuelta de su viaje a Cataluña, tuvo ocasión de ver evolucionar el regimiento, lo que no tardó en traducirse en el ascenso a coronel de Zumalacárregui, a quien se entregó el mando del regimiento ligero de voluntarios de Gerona el 1 de febrero de 1.829.

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El 16 de marzo de 1.829 se le comisionó para que se hiciera cargo de los cuerpos de inválidos del reino de Valencia, en cuya capital consiguió de nuevo que sus tropas destacaran por su habilidad en la instrucción.

Nombrado coronel de regimiento de Extremadura, de guarnición en Ferrol, Zumalacárregui fue designado gobernador de plaza por el capitán general de Galicia, el teniente general Nazario Eguía.

Allí tuvo que hacer frente a la poderosa partida de bandoleros mandada por Sopiñas, cuyos orígenes se remontaban a la Guerra de la Independencia, y entre cuyos miembros no faltaban personas de gran renombre y consideración social.

Al llegar a Navarra, Zumalacárregui entró en contacto con el brigadier Eraso y el coronel Sarasa, que se hallaban coordinando el levantamiento que debía producirse en aquel reino cuando falleciera Fernando VII.

La ofensiva isabelina de noviembre de 1.833, que puso Bilbao y Vitoria en manos de las tropas de la Reina, hizo que muchos de los que aún conservaban las armas se replegaran sobre Navarra, y el 7 de diciembre las diputaciones vascas colocaron sus hombres bajo las órdenes de Zumalacárregui, que sin embargo prefirió que los batallones de cada provincia continuaran haciendo la guerra en su patria, aglutinándose tan sólo para las empresas que lo hicieran necesario.

Zumalacárregui evitó cuidadosamente los enfrentamientos con el enemigo hasta que consideró que sus tropas tenían la instrucción necesaria para hacerle frente.

Se trataba del escenario de sus antiguas correrías como jefe realista, y había de enfrentarse a los mismos que durante el Trienio Liberal había comandado.

Zumalacárregui no había seguido un sistema determinado de guerra, y sus operaciones se habían subordinado constantemente a las de sus enemigos.

No tenía interés en conquistar ni mantener posiciones, pues su único fin era producir el mayor número de bajas al ejército gubernamental, y una vez aniquilado, emprender el camino de Madrid.

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Cumplido en buena medida el primero de sus designios quedaba por ver hasta que punto era capaz de llevar a cabo el segundo.

Los ojos de Zumalacárregui se volvieron entonces hacia Vitoria, pues contaba con la complicidad del jefe de uno de los fuertes que la defendían.

Su conquista habría supuesto la extensión del área geográfica controlada por los carlistas, abriendo también las puertas a una posible incursión por Castilla.

Pero las guerras no las ganan sólo las acciones militares, sino también las políticas, y los ministros de don Carlos consideraron más oportuno que se apoderara de Bilbao, de cuya posesión se pensaban conseguir grandes resultados diplomáticos y financieros.

Herido el 15 de junio de un balazo en la pierna cuando contemplaba las operaciones del sitio insistió en ser conducido a Cegama, lo que sin duda le afectó negativamente, como también el empeño que puso en dejar su curación en manos de un curandero llamado Petriquillo, auxiliado por varios médicos falleció en Zegama (Guipúzcoa) el 24 de junio de 1.835, perdiendo así don Carlos al más capaz de sus defensores.

El 24 de mayo de 1.836 don Carlos le concedió (con Grandeza de España) el ducado de la Victoria (que en 1.954 añadiría a su denominación “de las Amézcuas”) y el condado de Zumalacárregui.

El rótulo actual, Zumalacárregui (plaza), fue autorizado por decisión municipal.

Actualmente la plaza Zumalacarregui, pasa a llamarse plaza De las Tretze Roses por un acuerdo municipal de 2.017.

NOTA

Las calles de Valencia y su historia. Zumalacárregui (plaza)

Se ha utilizado en esta relación el orden oficial numérico de los distritos municipales, dentro de estos se ha utilizado el orden alfabético de los barrios, y dentro de estos, el orden alfabético de los rótulos.

Conforme a lo dispuesto por el Excmo. Ayuntamiento en materia de rótulos, se han expresado éstos en lengua valenciana, salvo los de procedencia netamente castellana, los de personajes que han solicitado sus descendientes o instituciones relacionadas con los mismos el respeto a la expresión castellana o los de dudosa traducción.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía

  • Las calles de Valencia y pedanías, Rafael Gil Salinas y Carmen Palacios Albandea.

  • Vicente Gascón Pelegrí. Prohombres valencianos en Los últimos cien años, 1.878-1.978. Valencia.

  • Nomenclator de las puertas, calles y plazas de Valencia. Manuel Carboneres. 1.873