Trafalgar (calle)

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Distrito: Camins al Grau

Barrio: Creu del Grau

Las calles de Valencia y su historia. Trafalgar (calle)

Batalla de Trafalgar.

Batalla naval que enfrentó, en el contexto de las llamadas Guerras Napoleónicas, a una fuerza británica contra una flota hispano-francesa, en 21 de octubre de 1.805, en el cabo de Trafalgar, situado en la actual provincia española de Cádiz, con la victoria de los primeros, de forma que se revalidó de manera definitiva la superioridad británica en los mares. Es partir de este momento en la historia cuando comienza la decadencia de la Marina de guerra española y se desbarató el plan del emperador Napoleón I Bonaparte de invadir Gran Bretaña.

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Conocer más…

La batalla de Trafalgar, también conocida como el combate de Trafalgar, fue una batalla naval que tuvo lugar el 21 de octubre de 1.805, en el marco de la tercera coalición iniciada por Reino Unido, Austria, Rusia, Nápoles y Suecia para intentar derrocar a Napoleón Bonaparte del trono imperial y disolver la influencia militar francesa existente en Europa. La batalla de Trafalgar se produce frente a las costas del cabo de Trafalgar, en Los Caños de Meca, localidad del municipio gaditano de Barbate. Dicha batalla naval está considerada como una de las más importantes del siglo XIX, donde se enfrentaron los aliados Francia y España (al mando del vicealmirante francés Pierre Villeneuve, bajo cuyo mando estaba por parte española el teniente general del mar Federico Gravina) contra la armada británica al mando del vicealmirante Horacio Nelson, quien obtuvo la victoria. En la actualidad, la céntrica plaza londinense de Trafalgar Square conmemora dicha victoria.

Los acontecimientos históricos que precedieron a esta batalla se han de encontrar en el intento frustrado por parte de Napoleón de invadir las islas británicas, en el que la escuadra franco-española debía distraer a la flota británica y alejarla del canal de la Mancha para dirigirla hacia sus posesiones en las Indias Occidentales. Este plan de distracción fracasó, y se agravó con la consiguiente derrota de Finisterre (22 de julio de 1.805). Tras esta derrota, la flota se dirigió al puerto de Cádiz, de donde zarparía el 19 de octubre hacia Trafalgar.

La flota franco-española se vio bloqueada en Cádiz por Nelson, y en septiembre Napoleón ordenó a Villeneuve navegar a Nápoles para despejar el Mediterráneo del hostigamiento de los buques británicos, pero no obedeció esta orden, permaneciendo en puerto. A mediados de octubre, conociendo las intenciones de Napoleón de sustituirle por el almirante François Étienne de Rosily-Mesros y enviarle a París para pedirle cuentas por sus acciones, se adelantó a la llegada de su reemplazo y partió de Cádiz con la flota combinada el 18 de octubre.

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El total de 34 buques se encontró entonces con la flota de Nelson cerca del cabo de Trafalgar, y el 21 de octubre tuvo lugar un encuentro naval: la batalla de Trafalgar, donde la flota franco-española fue derrotada por la Armada Real británica. Nelson fue herido de muerte durante la batalla, convirtiéndose en uno de los más grandes héroes de guerra de Gran Bretaña. Villeneuve y su buque insignia, el Bucentaure, fueron capturados por los británicos junto con otros muchos buques españoles y franceses. Por su parte, el comandante Pierre-Étienne-René-Marie Dumanoir decidió huir con cuatro navíos en los primeros compases de la batalla. El almirante español Gravina logró alejarse del campo de batalla con parte de la flota pero sucumbió meses más tarde por las heridas sufridas durante la batalla.

Los barcos capturados por la flota inglesa fueron llevados hasta el puerto de Gibraltar. Sin embargo, la fuerte tormenta que de desencadenó en las aguas del estrecho pocas horas después de la batalla, hizo que algunos barcos, dado su malogrado estado se fueran a pique en las costas gaditanas u onubenses ante la imposibilidad de resistir el remolque. Navíos como el Neptuno y el Santa Ana pudieron ser recuperados gracias a la acción de Julien Marie Cosmao-Kerjulien, quien regresó a aguas de Trafalgar con una flota de seis barcos dos días después.

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Trasfondo histórico y antecedentes

La reciente alianza entre Carlos IV de España y Napoleón I de Francia, merced a los tratados de San Ildefonso (1.796) y Aranjuez (1.800) firmados con la anterior República Francesa y por el interés de la recuperación de Gibraltar, obligaban a España no solo a contribuir económicamente a las guerras de Napoleón, sino a poner a disposición de éste la Armada para combatir a la flota británica que amenazaba las posesiones francesas del Caribe.

Dado que la intención última que perseguía Napoleón al querer anular a la flota británica era abrirse camino para una futura invasión de las islas británicas, se urdió un elaborado plan para distraer a la marina británica mientras se efectuaban los preparativos de dicha invasión. Al tiempo que las numerosas tropas de infantería francesas se agrupaban en Boulogne-sur-Mer (cerca del paso de Calais) a la espera de transporte marítimo, la escuadra francesa al mando de Villeneuve se uniría con la española, iniciando una acción sobre las posesiones británicas del Caribe que tenían como finalidad atraer al afamado almirante Nelson a la zona, alejándolo del canal de la Mancha.

Nelson llegó finalmente a la isla de Antigua a principios de junio de 1.805. Mientras tanto, la escuadra combinada dio media vuelta y abandonó el Caribe rumbo a la costa atlántica francesa. Pero al llegar a las costas gallegas, la combinada se encontró con la flota que mandaba el almirante Robert Calder, que, avisado del retorno de la flota mandada por Villeneuve, levantó el sitio sobre los puertos de Rochefort y Ferrol y marchó hacia el cabo Finisterre, donde ambas se enfrentaron el 22 de julio. Tras horas de combate, el almirante Calder manda cesar el fuego al echarse la noche.

A la mañana siguiente, con niebla y una confusión general, ambas flotas se encuentran a 27 km de distancia. Calder, con dos navíos españoles capturados y evitando otro combate con la intención de no dañar más aún sus navíos, marcha rumbo norte. Villeneuve se dirige al puerto de La Coruña, donde llega el 1 de agosto, con la intención de reparar sus navíos. Desobedeciendo las órdenes de Napoleón (que le mandaban dirigirse a Brest y Boulogne) se dirige hacia el sur, refugiándose en el puerto de Cádiz, a donde llega el 21 de agosto.

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Visto desde una perspectiva histórica es posible que esta retirada le sirviera a Napoleón para continuar en el poder, ya que es dudoso que, de haber embarcado a su Grande Armée hacia el Reino Unido, hubiera podido resistir a las fuerzas combinadas de Austria y Rusia que estaban preparando el ataque por el este y a las que, con posterioridad, vencería en la batalla de Austerlitz. Por lo que sea, por suerte o por casualidad, la derrota que la flota combinada sufriría en Trafalgar afianzaría la posición de Napoleón en el continente. Aunque haber conseguido vencer al Reino Unido hubiera sido un gran espaldarazo a sus planes europeos, y todo un cambio de rumbo estratégico del continente. Quizás incluso hubiera anulado a rusos y austriacos, los cuales dependían del suministro marítimo británico, dado el bloqueo continental existente. Con la flota franco-española atracada en el puerto de Cádiz, Napoleón cambió de estrategia y ordenó que se dirigieran a apoyar el bloqueo de Nápoles, al tiempo que enviaba un sustituto para Villeneuve, que había caído en desgracia a ojos del Emperador. La llegada del sustituto de Villeneuve pudo ser uno de los motivos por el cual se adelantó la salida de la flota hacia Trafalgar.

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Estado de la flota española

La reciente epidemia de fiebre amarilla que había azotado Andalucía entre 1.802 y 1.804 dejó a la flota española sin la cantidad suficiente de tripulantes, por lo que muchos de los marineros tuvieron que ser reclutados en una apresurada y obligada leva. Estos marineros eran de diversos orígenes: mendigos, campesinos, soldados de infantería, incluso reclusos liberados. Por otro lado, el estado mismo de los buques era lamentable, tanto que algunos capitanes españoles habían sufragado de su bolsillo las reparaciones y la pintura de sus barcos para no quedar deshonrados ante los capitanes franceses. El marqués de la Ensenada consiguió, durante el reinado de Fernando VI, modernizar la vieja marina española y aumentar su prestigio, que ya se iba deteriorando. Además, a él se le debió la ampliación de los astilleros de Cádiz, Cartagena, Ferrol y La Habana, de donde salieron algunos de los barcos participantes en Trafalgar. La modernización de la Armada era una necesidad de urgencia, que si bien se mantenía en pie como para intentar defender el Imperio, ya no estaba en condiciones de sostener un combate a gran escala contra la más moderna de las flotas.

El general Mazarredo llegó a comentar lo siguiente acerca de la composición de la flota en su momento: “Llenamos los buques de una porción de ancianos, de achacosos, de enfermos e inútiles para la mar”. Estas palabras serían más tarde refrendadas por el mayor general don Antonio de Escaño, que escribió en su Informe sobre la Escuadra del Mediterráneo lo siguiente: “Esta escuadra hará vestir de luto a la Nación en caso de un combate, labrando la afrenta del que tenga la desventura de mandarla”. De forma que se puede observar la impresión pesimista que los oficiales de la flota española tenían antes de la batalla. Incluso los altos mandos españoles habían expresado las nulas posibilidades en un enfrentamiento directo contra la flota británica, y propusieron una estrategia de esperar en el puerto el paso del invierno, a la par que la flota británica podía verse debilitada en la mar mientras los bloqueaban y soportaban las tormentas que pudieran surgir, no obstante la insistencia y las presiones por parte del mando aliado francés fueron determinantes.

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Mandos españoles

Armada Española

Capitán General Federico Gravina y Napoli

El marino de origen italiano (Palermo, 1.756) fue duodécimo capitán general de la Armada de España y estuvo al frente de los navíos españoles en la batalla de Trafalgar. Se encargó del navío Príncipe de Asturias, de 112 cañones y 1.141 marinos.

Teniente General Ignacio María de Álava

El alavés (Vitoria, 1.750), fue segundo al mando de los españoles y a posteriori 14º Capitán General de la Armada. Participó en el Santa Ana, de 120 cañones y 1.102 hombres.

Jefe de Escuadra Baltasar Hidalgo de Cisneros

El marino cartagenero (Cartagena, 1.755) fue a posteriori nombrado Almirante y virrey de Río de Plata. Participó en el Santísima Trinidad.

Brigadier Cosme Damián de Churruca

El marino vasco (Motrico, 1.761) estuvo al mando del San Juan Nepomuceno, de 74 cañones y 530 marinos. Notable marino y científico, llegó a ser alcalde de su localidad natal, Motrico (Guipúzcoa). Participó en el asedio a Gibraltar en 1.781 y realizó misiones de exploración científica al estrecho de Magallanes entre otras acciones.

Brigadier Dionisio Alcalá Galiano

El marino andaluz (Cabra, 1.760) estuvo al mando del Bahama, de 74 cañones y 702 marinos. Participó también en exploraciones al estrecho de Magallanes y en la expedición Malaspina.

Brigadier Cayetano Valdés

Valdés (Sevilla, 1.767) fue a posteriori 17º Capitán General de la Armada. Estuvo al mando del navío Neptuno, de 80 cañones y 797 marinos.

Mayor General Antonio de Escaño

Escaño (Cartagena, 1.750) fue a posteriori nombrado Teniente General de la Armada. Estuvo a las órdenes de Gravina y fue nombrado mayor general de la escuadra, embarcando en el navío Príncipe de Asturias.

Capitán Francisco Alcedo y Bustamante

El cántabro Alcedo (Santander, 1.758) estuvo al mando del navío Montañés, de 80 cañones y 749 marinos.

Capitán General Francisco Javier de Uriarte y Borja

El gaditano Uriarte (El Puerto de Santa María, 1.753) estuvo al mando del navío Santísima Trinidad. Navío de cuatro puentes, construido en los astilleros de La Habana. Era el navío más grande del momento; contaba con 136 cañones y 1.159 hombres.

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Victoria británica: derrota de españoles y franceses

En el espacio de dos horas, la mayoría de los navíos más importantes de la flota franco-española ya se habían rendido o ya no disparaban sus cañones. En este tiempo, Gravina había sido herido y más tarde encontraron la muerte Dionisio Alcalá Galiano, en el Bahama, y Cosme Damián Churruca, en el San Juan Nepomuceno. Los comandantes quedaban la mayoría heridos, así como sus segundos. Casi al final del propio combate (hacia las 6 p. m.), el navío francés Achille, del capitán Deniéport, hizo explosión. El motivo fue que se incendió la santabárbara.

A las seis y media de la tarde finalizó el combate, quedando la flota franco-española aniquilada en todos los sentidos. La mayoría de los barcos españoles y franceses que habían sido apresados por la flota británica fueron llevados a Gibraltar. Esa noche se desató una tormenta; algunos barcos no pudieron aguantar, como el Santísima Trinidad, que se hundió con los heridos; otros pudieron llegar a las costas del golfo de Cádiz.

Esta derrota no solo significó el fin del intento napoleónico de domino marítimo, sino también el alejamiento de España como potencia colonial y marítima, ya que tardaría varias décadas en recuperarse de este duro golpe.

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Los jefes muertos en combate

A pesar de saberse vencidos de antemano, y conocedores de su inferior posición táctica, los capitanes y las tripulaciones españolas y francesas se batieron durante horas contra un enemigo claramente en inferioridad numérica pero en posición de ventaja y superior maniobrabilidad, de tal forma que en algunas ocasiones ni siquiera quedó un oficial que rindiera el navío tras la batalla, puesto que muchos de ellos terminaron muriendo o fueron gravemente heridos en la cubierta superior, donde se encontraban a tiro de metralla de las carronadas y de los tiradores apostados en los palos de los buques enemigos. En Trafalgar murieron, entre muchos otros, Cosme de Churruca, alcanzado por un disparo de cañón en una pierna; Luis Pérez del Camino Llarena, Dionisio Alcalá Galiano y Francisco Alcedo y Bustamante. El vicealmirante Federico Gravina y Nápoli moriría meses más tarde a causa de las heridas sufridas en esta batalla.

Francia perdió doce de sus dieciocho barcos, con 2.218 muertos, 1.155 heridos y unos 500 prisioneros capturados por los británicos. Solo un tercio de los 15.000 franceses participantes en la batalla volvieron un día a Francia. El Reino Unido sufrió en Trafalgar 449 muertos (entre los que, además de Nelson, estaban trece de sus mejores oficiales) y 1.241 heridos. Un costo significativo en una victoria que, desde luego, consolidó el liderazgo incuestionable de la armada británica en todos los mares. Para los españoles, Trafalgar fue una derrota dura que pronto adquirió connotaciones trascendentes. Los efectos trágicos fueron bien patentes. España perdió diez de los quince barcos con los que luchó, con un total de 1.022 muertos, 1.383 heridos y unos 2.500 prisioneros, del total de 12.000 españoles que intervinieron en la batalla.

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La baja británica más importante fue la de Horatio Nelson, casi una hora y media después de empezar el combate. Horatio Nelson muere, alcanzado por un tiradorde la cofa del Redoutable, comandado por el capitán Jean-Jacques de Lucas, que disparó desde la jarcia. Horatio Nelson fue fácilmente distinguible del resto al combatir el almirante con todas sus insignias y honores cosidos en su casaca. Una bala de mosquete le entró por el hombro siguiendo una trayectoria descendente hasta quedar alojada en la columna vertebral. Inmediatamente, Nelson fue trasladado a la bodega para que un cirujano se ocupara de él, aunque desde el primer momento pudo constatarse la gravedad mortal de la herida. A causa de ella, Nelson se fue desangrando en una lenta agonía, rodeado de sus más fieles oficiales. Durante la misma tuvo momentos de delirio y otros de lucidez. Hubo tiempo de informarle de la victoria de las armas británicas, tras lo cual pronunció su famosa frase: “Gracias a Dios he cumplido con mi deber”. Sus últimas palabras fueron “Dios y mi país”.

El cadáver de Nelson fue desnudado y conservado en un barril de brandy de jerez para evitar su deterioro en la travesía hasta Londres. A su llegada fue enterrado con honores militares en una ceremonia de una solemnidad nunca antes conocida en el Reino Unido. Actualmente yace en la cripta de la catedral de San Pablo de Londres.

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Consecuencias de la batalla

Esta batalla frustró la intención de los franceses de invadir, o al menos bloquear, por mar al Reino Unido (tal y como el lord del Almirantazgo británico John Jervis había dicho con sorna en 1.801: “Yo no digo que los franceses de Napoleón no vayan a venir, pero desde luego, no vendrán por mar” y supuso el comienzo del poderío naval británico, que duraría un siglo.

Villeneuve fue enviado preso a Inglaterra, pero fue puesto en libertad bajo palabra. Volvió a Francia en 1.806. El 22 de abril de 1.806 se le encontró muerto en su habitación del Hotel de Patrie, en Rennes, apuñalado en el pecho seis veces. Se informó que Villeneuve se había suicidado y se le enterró sin ceremonia alguna. Probablemente fuera víctima de una ejecución extrajudicial ordenada por Napoleón o por elementos de su gobierno para evitar el bochornoso espectáculo de un juicio y posterior ejecución en la capital del imperio de un almirante derrotado.

Esta contienda naval no significó en absoluto la destrucción de la armada española, ya que, de los aproximadamente 15 navíos españoles que combatieron, fueron menos de siete los hundidos. La flota de guerra hispana contaba con 45 navíos de tres puentes que se pudrieron en los puertos españoles durante la Guerra de Independencia, forzados a ese lamentable estado debido a la ocupación francesa.

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La batalla, aunque hubiera sido una victoria franco-española, no habría determinado la guerra contra el Reino Unido, puesto que los británicos hubieran podido rearmarse y llevar a las inmediaciones de Cádiz otra flota igual o superior a la de Nelson (tenían una armada de más de 100 navíos de línea). No obstante, una eventual victoria aliada hubiese iniciado la consolidación del poder napoleónico en el Mediterráneo.

Con todo, la batalla de Trafalgar otorgó a los británicos el dominio absoluto de los mares no solo durante las campañas napoleónicas, sino también durante la práctica totalidad del siglo XIX. No en vano está dedicada a Trafalgar la plaza más importante de la ciudad de Londres. Asimismo, se pueden encontrar calles dedicadas a esta batalla en varias ciudades españolas, tal es el caso de Valencia, Algeciras, Barcelona, Leganés, Málaga o la propia capital, Madrid.

El hecho que la flota española fuera fuertemente debilitada durante la batalla de Trafalgar, dificultó el tráfico comercial y militar, así como el control de las colonias españolas en América, con lo que, sumado a la situación de conflicto que se daba en Europa, se facilitó el éxito de los patriotas en las Guerras de independencia hispanoamericanas que se dieron a partir de 1.810.

En el último cuarto de siglo XIX, el escritor español Benito Pérez Galdós, inmortalizó la batalla, en su obra Trafalgar, una de las que componen su impresionante fresco histórico, agrupado bajo el epígrafe de Episodios Nacionales.

El rótulo actual, Trafalgar (calle), se debe a un acuerdo municipal de octubre de 1.981.

NOTA

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Se ha utilizado en esta relación el orden oficial numérico de los distritos municipales, dentro de estos se ha utilizado el orden alfabético de los barrios, y dentro de estos, el orden alfabético de los rótulos.

Conforme a lo dispuesto por el Excmo. Ayuntamiento en materia de rótulos, se han expresado éstos en lengua valenciana, salvo los de procedencia netamente castellana, los de personajes que han solicitado sus descendientes o instituciones relacionadas con los mismos el respeto a la expresión castellana o los de dudosa traducción.

Fuentes consultadas:

Otras Fuentes

Bibliografía

  • Las calles de Valencia y pedanías, Rafael Gil Salinas y Carmen Palacios Albandea.

  • Vicente Gascón Pelegrí. Prohombres valencianos en Los últimos cien años, 1.878-1.978. Valencia.

Fotografía

  • Archivo personal de Manuel Cubells

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