Conde de Lumiares (calle)

Conde de Lumiares (calle)

Distrito: Rascanya

Barrio: Torrefiel

Las calles de Valencia y su historia. Conde de Lumiares (calle)

La calle Conde de Lumiares comienza en la calle Coronel Montesinos, 4 y finaliza en la avenida dels Germans Machado, 69.

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Antonio Valcárcel Pío de Saboya y Moura VIII Conde de Lumiares, IX marqués de Castel-Rodrigo. (Alicante, 15 de marzo de 1.748 – Aranjuez, Madrid, 14 de septiembre de 1.808).

Arqueólogo, epigrafista y perito numismático, en Ciencias Naturales y en Matemáticas.

Dispuso de un laboratorio en la zona de El Campello.

Nació en el seno de una familia noble, sobre todo por la rama materna, pues era hijo de Isabel María Pío de Saboya Moura y Spínola, VIII marquesa de Castel-Rodrigo, Grande de España de 1a Clase, V marquesa de Almonacid de los Oteros, VII condesa de Lumiares, princesa de San Gregorio, VI duquesa de Nochera (en Nápoles), condesa viuda de Fuensalida, que casó en segundas nupcias el 21 de febrero de 1.747 en Santiago con Antonio José Valcárcel y Pérez Pastor, señor del castillo de Hellín.

Tal y como señala el primero de sus biógrafos, Juan Sempere y Guarinos, parece ser que un correctivo paterno ante faltas tan sólo de carácter juvenil le confinó en el castillo de Santa Bárbara de Alicante en 1.766.

Allí tuvo como compañero de prisión a Luis José Velázquez de Velasco, marqués de Valdeflores, académico de la Historia, a quien el marqués de la Ensenada había confiado la recogida de datos y documentos de cara a confeccionar una Historia Monumental de España, pero la caída del gobernante arrastró a Velázquez, que sufrió persecuciones y acusaciones de haber participado en un complot político que acabó con su encarcelación.

De este modo, el joven Antonio Valcárcel, encontró en el ambiente más insospechado un espacio para la ciencia y el estudio, de la mano de un maestro que, conocedor de sus aptitudes, lo incitó a profundizar en ellas orientándole hacia el profundo conocimiento de las antigüedades a través de la numismática, y convirtiéndose para él no sólo en un preceptor que supo orientar su capacidad intelectual sino en un perfecto introductor que le puso en contacto con los principales eruditos en la materia.

El conde de Lumiares reunió bajo la dirección del marqués de Valdeflores una colección numismática que llegó a tener doce mil piezas, un número muy considerable para un coleccionista particular.

Pero no sólo el campo de las antigüedades fue de su interés, pues también formó en Valencia un Gabinete de Historia Natural, particularmente valioso por lo escogido de sus piezas, entre las que destacaban las de mineralogía y mármoles del Reino de Valencia.

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Tras su provechoso paso por la cárcel, entró de lleno en el círculo de los ilustrados valencianos, de la mano del propio Gregorio Mayans, un mundo en el que los humanistas consideraban vital el estudio de la epigrafía y numismática para el conocimiento de la antigüedad hispana.

Ya en 1.768 existía una relación consolidada entre Valcárcel y Mayans; de hecho, la intervención de este fue decisiva en la publicación de la primera obra, plenamente dedicada a la numismática, de Antonio Valcárcel en Valencia en 1.773, Medallas de las Colonias, Municipios y pueblos antiguos de España, hasta hoy no publicadas.

Este trabajo resultó un apéndice a la obra del padre Flórez Medallas de las Colonias, Municipios y pueblos antiguos de España, en la que se ignoraba el conjunto numismático de Lumiares e incluso el del propio Mayans, quien, si bien no facilitó a Flórez las monedas de su propiedad, no tuvo ningún problema, bien al contrario, en brindárselas a Valcárcel.

La influencia y protección de Mayans sobre la obra de Lumiares fue enorme, pues le prestó una total colaboración no sólo buscándole la censura de su amigo personal Juan de Casamayor, fiscal de la Audiencia valenciana, sino corrigiéndole las pruebas de imprenta y hasta encargándole el papel para la edición.

Antonio Valcárcel intervino de forma directa en todas las cuestiones que, en materia de interpretación arqueológica de las antiguas poblaciones alicantinas, tuvieron lugar en su época.

En 1.775 habían comenzado en La Alcudia (Elche, Alicante) unas excavaciones bajo la dirección de José Caamaño, sargento mayor, Diego de Cuesta, capitán, Enrique García de la Huerta, subteniente del Regimiento de Infantería de Mallorca y Leonardo Soler de Cornellá, cura párroco de la iglesia de San Juan de Elche.

En esta intervención se encontraron, además de pavimentos, calles y plazas, restos de estatuas, columnas y lámparas, un conjunto de alhajas, el 23 de marzo de 1.776, que destinado a ser propiedad del rey Carlos III, recaló en el Real Gabinete de Historia Natural de Madrid.

El hallazgo de estas antigüedades ponía de manifiesto lo ya expresado por algunos autores: que la antigua Ilici romana (colonia romana Iulia Ilici Augusta) estaba en las ruinas de La Alcudia, conocidas desde muy antiguo y situadas a las afueras de la población ilicitana.

Sin embargo, Lumiares nunca aceptó esta posibilidad y sentenció que los restos que se habían publicado como monumentos antiguos no eran más que ruinas de una casa de campo moderna, y, en la estancia que los excavadores habían interpretado como un baño, Antonio Valcárcel vio un trascolador para el mosto, las pinturas al fresco de Cornellá y Cuesta, no le parecieron sino un friso de almagra y ocre y, en cualquier caso, los fragmentos o piezas que habían merecido alguna consideración, afirmó Lumiares que habían sido recogidos de otras partes y atribuidos a La Alcudia.

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Todas estas conclusiones se las remitió a la Real Academia de la Historia en 1.778 en un manuscrito titulado Observaciones sobre la antigua Ilici y de los vestigios que se hallan en La Alcudia, cerca de Elche, en el que creyó demostrar, aunque se equivocó, que la antigua colonia romana no estaba en La Alcudia sino en la orilla del mar, a media legua del río Segura, en la falda del montecillo Molar.

En estos años comenzó a orientar sus estudios hacia el campo de la epigrafía llevando a cabo diversos trabajos, como la Noticia de la inscripción puesta sobre la puerta nueva del Muelle de la Ciudad de Alicante y una Ilustración a las inscripciones y estatuas antiguas, que se hallaron en la Villa de Almazarrón, Reino de Murcia (1.776).

Por la correspondencia con Gregorio Mayans, se conoce que en el año de 1.778 tenía también terminadas sus obras Barros saguntinos, Lucentum y Dianium, y quería haberlas publicado todas juntas como Antigüedades Romanas de España, pero no fue factible y fue haciéndolo por separado.

En 1.779 se imprimió Barros saguntinos. Disertación sobre estos monumentos antiguos; con varias inscripciones inéditas de Sagunto (Murviedro en el Reyno de Valencia), recogidos, explicados y representados en láminas, que se convirtió en el primer intento de clasificación de la Terra Sigillata estudiando sus marcas de alfarero.

En el conde de Lumiares confluyeron las inferencias de la forma de trabajar de los ilustrados valencianos, que le llegaron sobre todo a través de Gregorio Mayans, con la realización de excavaciones arqueológicas.

Si Mayans consideró la epigrafía como fuente de conocimiento histórico, Lumiares fue más allá y, si bien sus trabajos se centraron fundamentalmente en el campo de la epigrafía, no dudó en recurrir a las excavaciones para apoyar la información obtenida a través de las inscripciones.

Es el caso de sus intervenciones de carácter arqueológico en el Tossal de Manises (Alicante) tratando de localizar la antigua Lucentum.

Su carácter pionero en este sentido le ha valido el reconocimiento como el “primer arqueólogo de campo del País Valenciano” así como ser la persona que realizó “sin lugar a dudas, la primera memoria de excavación de la ciudad de Alicante”, pues como tal se considera su obra editada en 1.780 Lucentum, hoy Ciudad de Alicante, en el Reyno de Valencia. Relación de las inscripciones, Estatuas, Medallas, Ídolos, Lucernas, Barros demás monumentos antiguos, hallados entre sus ruinas.

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La relación de los numerosos monumentos que allí encontró, sobre todo en la zona de “El Baluartet”, fue remitida por él mismo a un amigo suyo, residente en Italia, y se publicó en las Efemérides Literarias de Roma del mes de julio de 1.779, y posteriormente en esta obra.

Sin embargo, la publicación sobre las antigüedades de Denia (Alicante) no prosperó, y quedó manuscrita como Disertación sobre las inscripciones y monumentos antiguos de Dianium (hoy ciudad de Denia), y Antonio Valcárcel se centró en sus estudios de las inscripciones de la antigua Carthago Nova.

La primera publicación a este respecto es de 1.781, la Carta que escribe el Excmo. Sr. D. Antonio Valcárcel Pío de Saboya y Moura, Conde de Lumiares á D. F. X. R. (D. Francisco Xavier Rovira) sobre los monumentos antiguos, descubiertos últimamente en el barrio de Santa Lucía en la ciudad de Cartagena.

Este estudio previo se vio culminado en 1.796, con la publicación de las Inscripciones de Carthago Nova, hoy Cartagena en el reino de Murcia.

Con la aparición de esta obra vería la luz uno de los mejores estudios sobre epigrafía cartagenera, pues en ella Antonio Valcárcel corrigió los antiguos repertorios al estudiar directamente las lápidas de las que realizó copias y proporcionó transcripciones creando una obra que “tiene un aire de modernidad que la distancia de otros trabajos contemporáneos [… pues] coloca al final del libro un índice de nombres propios citados en las inscripciones, un índice de las abreviaturas latinas presentes en los textos y una fe de erratas, todo ello en 1796. [… Además recoge] toda la tradición historiográfica de cada una de las piezas [… y] esto constituye la evidencia de que tras la obra de Lumiares había un trabajo de documentación previo de gran rigor y altura científica” (Abascal, 2.002).

Las conclusiones desfavorables que había emitido tras las excavaciones de Soler de Cornellá en La Alcudia pesaron también en 1.803, cuando en el partido de Vizcarra (Elche), en las propiedades de Baltasara Martín Cortés, aparecieron otras antigüedades que la dueña ofreció al Rey expresando, además, su voluntad de cederle las tahúllas (La tahúlla es una unidad de superficie agraria que equivale a 1.118 m² en Murcia, Almería, Castilla y las Pías Fundaciones del Reino de Aragón; y de 1.185 m² en el antiguo Reino de Aragón y en Orihuela, Alicante) donde habían aparecido las esculturas para que se pudieran proseguir las excavaciones.

La oferta pasó a la Real Academia de la Historia para que se pronunciara en un informe acerca del interés e importancia de los materiales y si era aconsejable acometer una intervención arqueológica.

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La Sala de Antigüedades de la Real Academia de la Historia encargó al conde de Lumiares la inspección de las esculturas y la emisión de un dictamen sobre las mismas, en el que Valcárcel concluyó: “No es útil proponer se gaste dinero en proseguir las excavaciones, mientras la casualidad no presente otras pruebas que prometan más que los tres monumentos hallados”.

Por estos dos informes, las ruinas de La Alcudia, solar de la antigua Ilici, dejaron de tener importancia para la Real Academia de la Historia, hasta que una comisión de su propio seno fue a inspeccionarlas en diciembre de 1.861.

Ya tras la publicación de Medallas […] Antonio Valcárcel había iniciado una serie de viajes por el Reino de Valencia en busca de inscripciones latinas, tarea que amplió una vez que en 1.774 ingresó como académico correspondiente en la Real Academia de la Historia de Madrid, donde se brindó a recoger la noticia de todos los monumentos antiguos de la zona valenciana, realizando múltiples viajes por sus comarcas, una vez más guiado no sólo por sus conocimientos sino por las generosas indicaciones de los hermanos Mayans, copiando las inscripciones que cada pueblo guardaba.

Fruto de estas pesquisas fueron las Inscripciones del Reyno de Valencia que envió a la Academia en diciembre de 1.805.

La Real Academia de la Historia acordó publicarla en cuanto su estado financiero se lo permitiera, y mientras tanto, y a petición del propio Lumiares, se encargó a una comisión su corrección.

Los acontecimientos políticos que sobrevinieron dejaron en suspenso la publicación, que no vería la luz hasta 1.852 en una versión revisada, corregida y aumentada por el académico anticuario Antonio Delgado.

Esta obra, considerada la más importante de Antonio Valcárcel, es de vital importancia para el estudio de la historia antigua de la zona por las precisas indicaciones, a pesar de que algunas estén ya superadas, que da sobre las poblaciones y sus antigüedades, colocando al final, como ya hizo con las Inscripciones de Cartagena, “un índice de poblaciones antiguas, deidades, emperadores, cuerpos militares, profesiones eclesiásticas, civiles y militares, artes y oficios mencionados en esta colección y de las tribus, gentes y cognombres de familias que expresan”.

El reconocimiento de los trabajos del conde de Lumiares sobre la epigrafía romana de las tierras valencianas y de Murcia le valieron su ingreso en la Academia Geográfico-Histórica de Valladolid, en la de Bellas Letras de Barcelona, la de Ciencias y Artes de Padua, y la Real Academia de San Carlos de Valencia.

A raíz de la invasión francesa de 1.808 fue nombrado vocal de la Central de Gobierno por la Junta Suprema de la ciudad de Valencia, pero apenas pudo ejercer, pues murió ese mismo año, al poco tiempo de ser nombrado para este cargo.

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Fue conocido por un título menor de su familia, conde de Lumiares, octavo titular de esta merced que usó durante la vida de su madre, que a su muerte en Alicante el 8 de mayo de 1.799 sucedió como IX marqués de Castel-Rodrigo, con Grandeza de España, VI marqués de Almonacid de los Oteros, barón Romano, noble Véneto, príncipe del Sacro Imperio Romano.

Se había casado el 13 de marzo de 1.772 en Santa María de Alicante con María Tomasa Teresa Pasqual del Pobil y Sannazar.

Siguió la línea la segunda de sus hijas, María de la Concepción Valcárcel y Pasqual del Pobil.

El rótulo actual, Conde de Lumiares (calle), fue autorizado por decisión municipal de junio de 1.960.

NOTA

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Se ha utilizado en esta relación el orden oficial numérico de los distritos municipales, dentro de estos se ha utilizado el orden alfabético de los barrios, y dentro de estos, el orden alfabético de los rótulos.

Conforme a lo dispuesto por el Excmo. Ayuntamiento en materia de rótulos, se han expresado éstos en lengua valenciana, salvo los de procedencia netamente castellana, los de personajes que han solicitado sus descendientes o instituciones relacionadas con los mismos el respeto a la expresión castellana o los de dudosa traducción.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía

  • Las calles de Valencia y pedanías, Rafael Gil Salinas y Carmen Palacios Albandea.

  • Vicente Gascón Pelegrí. Prohombres valencianos en Los últimos cien años, 1.878-1.978. Valencia.

  • Nomenclator de las puertas, calles y plazas de Valencia. Manuel Carboneres. 1.873