Ávila (plaza)

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Distrito: La Saïdia

Barrio: Trinitat

Calles de Valencia y su Historia. Ávila (plaza)

Ávila.

Municipio español, en la comunidad autónoma de Castilla y León.

Es capital de la provincia homónima y de la comarca de Ávila (que comprende el Valle de Amblés y la Sierra de Ávila), así como sede del partido judicial número 3 de la provincia y de la diócesis homónima.

Se encuentra situada junto al curso del río Adaja y se trata de la capital de provincia más alta de España, a 1.131 m sobre el nivel del mar, en virtud de lo cual en su casco urbano son relativamente frecuentes las nevadas durante el invierno.

La ciudad presenta un clima mediterráneo continentalizado con matices montañosos.

En 2.012 su término municipal concentraba el 34 % del total de población de la provincia.

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Superficie: 231,9 km²

Población: 58.083 habitantes (según censo de 2.016)

Densidad de población: 250,47 hab./km²

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Tras la fundación romana y la asimilación de la población autóctona vetona de la zona (pues no existen indicios claros de un asentamiento prerromano en el casco histórico) la ciudad pasaría al poder visigodo.

Ávila cayó, al igual que la mayor parte del territorio peninsular, bajo dominio musulmán a comienzos del siglo VIII, y no sería reconquistada de forma definitiva por las tropas cristianas hasta el siglo XI.

Experimentó un notable auge durante el siglo XVI, para verse posteriormente sumida en una prolongada crisis y declive hasta el siglo XIX, en el cual la construcción del ferrocarril consiguió dar un empuje al desarrollo económico.

Ávila posee los títulos de “Ávila del Rey” (otorgado por Alfonso VII), “Ávila de los Leales” (otorgado por Alfonso VIII) y “Ávila de los Caballeros” (otorgado por Alfonso X), todos ellos presentes en la bandera de la ciudad.

La seña de identidad es su muralla medieval completa, de estilo románico, destacando también otras construcciones representativas como la catedral del Salvador (cuyo cimorro, torre de una iglesia o muralla, se monta sobre la muralla) o la basílica de San Vicente.

Ha sido considerada tradicionalmente como “ciudad de cantos y de santos” y su casco histórico medieval, en excelente estado de conservación, fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1.985.

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Existen diversas teorías relativas al origen del nombre de la ciudad.

Por una parte hay historiadores que creyendo la palabra de origen púnico asignan a esta el significado de “monte alto y crecido”, mientras que otros investigadores le conceden un origen hebreo, dando lugar a la idea de “término o confín”.

A partir del vascuence, derivado (según el vasco-iberismo) del idioma hablado por los antiguos pueblos iberos, podría hacer referencia a “breña, matorral, monte bajo”.

Por otra parte el historiador Joan Corominas propuso un origen germánico derivado del gótico “Awilô o Awila”.

Ha habido cierta disputa en lo relativo a si la ciudad vetona de Obila, descrita por Ptolomeo en su Geographia, se corresponde con Ávila; sin embargo, esta relación no está clara.

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La ciudad se llamó oficialmente “Ávila de los Caballeros” hasta el censo de 1.877, año en que perdió esta designación y pasó a denominarse simplemente Ávila.

El gentilicio con el que se refiere a sus habitantes es “abulense”» (tanto masculino como femenino) y, de forma menos común, también “avilés”.

El término municipal de Ávila (con un perímetro muy irregular) limita al norte con los de Cardeñosa, Mingorría, San Esteban de los Patos, Tolbaños, Berrocalejo de Aragona, Mediana de Voltoya y Ojos-Albos, al este con el de Santa María del Cubillo, al sudeste con los de Navalperal de Pinares y Herradón de Pinares, al sur con el de Tornadizos de Ávila, al suroeste con el de Gemuño, al oeste con los de El Fresno, La Colilla, Martiherrero y Marlín y al noroeste con los de Bularros y Monsalupe.

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Geología

Geológicamente el municipio de Ávila está representado por dos bloques muy diferenciados.

Por un lado existe uno constituido por materiales correspondientes al Macizo Hercínico, formado por rocas ígneas del Carbonífero superior-Pérmico inferior (graníticas en su mayor parte) y por rocas metamórficas que datan del Precámbrico-Cámbrico inferior, en las que están instruidas las primeras.

Existe por otro lado un bloque formado por materiales sedimentarios del Mesozoico, Terciario y Cuaternario, que se localizan en la zona oriental del valle de Amblés, junto al río Adaja.

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Historia

Prehistoria

Dentro del término municipal de Ávila, cerca de la localidad de Bernuy-Salinero, se conserva un monumento funerario que data de finales del Neolítico a comienzos de la Edad del Bronce conocido como dolmen del Prado de las Cruces.

El nombre de la ciudad podría tener origen vetón.

El helenista del siglo XIX Karl Wilhelm Ludwig Müller estudió la hipótesis de que la ciudad vetona de Obila, descrita por Ptolomeo en su Geographia correspondiera con la actual Ávila; según Roldán Hervás esta relación es dudosa.

La fecha concreta de su fundación es difusa, pero algunas investigaciones datarían el origen de Obila en la segunda mitad del siglo I a. C.

Según algunos historiadores Obila fue uno de los muchos asentamientos vetones en la provincia, junto con los castros de Sanchorreja, Berrueco, Mesa de Miranda, Las Cogotas, El Raso y Ulaca.

El asentamiento de Obila cobraría importancia con la creciente romanización del territorio, en detrimento de otros castros situados en terreno montañoso.

Los vetones dejaron vestigios de su poblamiento por toda la geografía de la provincia de Ávila, destacando las estatuas de piedra conocidas genéricamente como verracos.

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Edad Antigua

Algunos historiadores apuntan que la actual ciudad de Ávila fue una fundación ex-novo de los romanos, quienes le darían la denominación de Abila, Obila, Abyla o Abela.

La ciudad romana estaba formada por el actual casco viejo, la zona rodeada hoy día por las murallas.

La antigua presencia romana en la ciudad se manifiesta a través del puente romano, la calzada y distintos mosaicos, que son algunos de los restos de esta época que han sobrevivido hasta la actualidad.

La necrópolis romana estaba situada al este, más allá de la calle de San Segundo, de modo que en toda esa parte de la muralla se pueden observar piezas funerarias reaprovechadas como materiales de construcción: estelas, aras, miliarios, “verraquitos” y estelas y cápsulas cinerarias de granito, incrustados en los lienzos del muro oriental.

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El mayor esplendor de la ciudad bajo dominio romano tuvo lugar en los siglos I y II d. C.

En la economía de la ciudad siempre gozó de especial importancia la ganadería trashumante, en relación a las rutas que cruzaban la sierra de Gredos por el puerto del Pico y el de Tornavacas.

En tiempos del emperador Constantino la ciudad de Ávila formaba parte de la provincia romana de Lusitania.

La ciudad experimentó cierta decadencia a partir del siglo III, en el contexto de una crisis generalizada en la Hispania romana a raíz de las invasiones franco-alemanas y de cierto proceso de abandono de las ciudades, en favor de las villae.

Una epidemia de peste, iniciada alrededor de 250-252 d. C., diezmó a la población de la ciudad durante veinte años.

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Edad Media

Etapa visigoda

Los primeros asentamientos visigodos en la península se realizaron de forma paulatina y en grupos reducidos a lo largo del siglo V y comienzos del siglo VI.

Tras ocupar los visigodos en un primer momento la Galia (reino visigodo de Tolosa) posteriormente se extenderían por el territorio peninsular para terminar formando el reino visigodo de Toledo en el siglo VI, que perduraría hasta la invasión musulmana.

Los visigodos utilizaban la tierra para cultivar cereal y alimentar al ganado.

Los principales testimonios de esta dominación visigoda en Ávila provienen de pizarras inscritas encontradas en distintos puntos de la provincia, entre las que destacan las de la localidad de Diego Álvaro.

La importancia de Ávila en este periodo se debió a su carácter religioso, ya que se contó con la intervención de prelados de Abela en los concilios toledanos.

Ávila fue sede episcopal durante la dominación visigoda.

En el año 610 se dio preeminencia a la capital y a su obispo sobre todas las demás iglesias provinciales, en un decreto emitido durante el reinado de Gundemaro.

Otra huella de la etapa visigoda en Ávila es el templo de Santa María la Antigua.

Las crónicas registran que este monasterio fue fundado antes del año 687, y habría sido monasterio mixto (monjes y monjas) hasta la llegada de los árabes.

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Invasión musulmana y Reconquista

No existen muchos datos de Ávila bajo dominio musulmán, cuyo nombre árabe fue Ābila (آبلة).

En el año 714 la ciudad fue desmantelada por Tarik o por Muza, por lo tanto debe suponerse que en ese momento estaba amurallada.

Lo único que parece seguro es que la ciudad se convirtió en un punto estratégico, siempre deseada por árabes y cristianos como enclave defensivo, y que los enfrentamientos por su posesión fueron permanentes.

Hubo incursiones de varios reyes cristianos en la ciudad después de la ocupación musulmana, pero no llegaron a asentarse.

Alfonso I llevó a cabo varias expediciones en territorio musulmán, en primer lugar en Galicia en el año 742 y posteriormente una campaña por el centro peninsular, en la que cayeron ciudades como Salamanca, León, Zamora, Segovia o la propia ciudad de Ávila.

Las correrías de Alfonso I tuvieron como límite sur la sierra de Guadarrama.

Estas campañas militares no tenían como objetivo la ocupación de las ciudades, sino la intención de destruir las defensas, recaudar botín y, aprovechando que los pobladores cristianos de la ciudad seguían al rey en su repliegue, obtener pobladores para las tierras ocupadas y guerreros para la defensa de los reinos cristianos.

“Los campos eran talados, desmanteladas las poblaciones, las guarniciones sarracenas degolladas, los hijos y mujeres de los vencidos, llevados como esclavos y los cristianos mismos recogidos para poblar con ellos las comarcas de Cantabria, Álava y Vizcaya, menos expuestas a la invasión de los musulmanes”.

Enrique Ballesteros, 1.896

Tras estas incursiones se suceden en Ávila tres siglos de los que se conocen pocos aconteceres.

A partir del siglo VIII muchas ciudades de la meseta y el centro peninsular pueden considerarse dentro del llamado “desierto estratégico”, donde se produjo un fuerte despoblamiento y que se convirtió en tierra de nadie, siendo escenario de las correrías de ambas fuerzas.

En el año 785 la ciudad parece que ya estaba de nuevo bajo dominio musulmán, puesto que fue visitada por Abderramán I.

Según cuentan las crónicas la ciudad fue tomada por Alfonso III (en campañas que llegaron hasta el Tajo) y su dominio fue asegurado tras la batalla de Simancas, bajo reinado de Ramiro II de León.

La ciudad cayó de nuevo en manos musulmanas durante las campañas de Almanzor a finales del siglo X.

El códice del beato de la catedral de Gerona del año 975 cita la ocupación e intentos de repoblación de la ciudad por el conde Fernando Flaínez, hijo de Flaín Éctaz, añadiendo que (aunque se consideraba una ciudad toledana) no habitaban en ella por aquel entonces ciudadanos musulmanes.

Tras unos tímidos intentos de repoblación por parte del conde de Castilla García Fernández, en el año 1.007 Abdelmelic Almudafar derribó sus murallas hasta los cimientos.

Durante el reinado de Fernando I de León la ciudad estaba prácticamente destruida.

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Repoblación y dominio cristiano

A finales del siglo XI Alfonso VI de León encargó a su yerno Raimundo de Borgoña la repoblación del centro de la península.

Con el fin de proteger Toledo procedió a repoblar y cercar las ciudades de Salamanca, Ávila y Segovia.

Este momento constituyó también el punto de partida de un concejo o alfoz de enorme tamaño en torno a la ciudad de Ávila, que sobrepasaba las montañas del Sistema Central en su frontera meridional.

En la repoblación intervinieron ciudadanos de origen navarro, franco, aragonés, mozárabe, vasco, cántabro y asturiano.

Entre estos repobladores surgió el linaje de los Dávila, a partir de Ximén Blasco (gobernador de Ávila y fallecido en 1.108) que vino a la ciudad junto a su hermano Fortún Blasco (futuro gobernador de Ocaña y fallecido en 1.107) provenientes de Salas de Asturias, y cuyo linaje participó en la liberación de Cuenca, al mando de los ballesteros abulenses, y de Ocaña.

Las crónicas citan 1.092, una vez conquistada Toledo y celebradas las nupcias de Raimundo de Borgoña con Urraca (hija de Alfonso VI), como año en el que se iniciaron los trabajos de reconstrucción de Ávila, sus murallas y el Templo del Salvador.

Existe sin embargo cierta discrepancia en la actualidad en lo relativo a esta cronología tradicional de construcción de la muralla, al haber otros autores que datan la construcción de esta bien entrado el siglo XII.

El geógrafo hispano-musulmán al-Idrisi, en la primera mitad del siglo XII, no hace mención en su descripción de Ávila a las murallas, limitándose a describirla como “un conjunto de aldeas, pobladas por jinetes vigorosos y con abundante ganado”.

Durante esta época se establecieron relaciones feudales entre campesino y señor mediante el establecimiento de contratos agrarios.

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Destaca una relativamente importante industria textil, que sin embargo no pudo competir con los paños flamencos e italianos.

Durante la parte central del siglo XII, las milicias concejiles tomaron parte en varias expediciones de saqueo en ciudades del territorio musulmán (situado al sur del Sistema Central) como Sevilla o Córdoba al mando de caudillos como Muño Alfonso (alcaide de Toledo) o Sancho Jiménez “el Giboso”.

Por el año 1.142 la tenencia de la ciudad corría a cargo de Rodrigo Fernández de Castro “el Calvo”.

En 1.162, como reacción a una sublevación en Salamanca, las milicias de Ávila (cuya tenencia estaba por aquel entonces gobernada por Manrique Pérez de Lara) apoyaron a los salmantinos e hicieron frente al ejército real de Fernando II de León en la localidad de Valmuza en una confrontación de la cual salió victorioso el monarca leonés.

Posteriormente, habiéndose reconciliado Manrique con el monarca, el primero de estos falleció y su hermano Nuño Pérez de Lara llevó al heredero del trono castellano (Alfonso VIII) a Ávila, donde permaneció tres años.

Con el paso del tiempo el proceso de la Reconquista se desplazó progresivamente hacia el sur y Ávila quedó en un segundo plano.

A pesar de esta pérdida de importancia, Ávila fue una de las diecisiete ciudades de la Corona de Castilla que continuó enviando procuradores a las Cortes durante los siglos XIV y XV, tras el recorte que hubo de aquellas a lo largo del siglo XV.

Durante la Primera Guerra Civil Castellana se sabe que en 1.367 la ciudad fue atacada por los ingleses, a causa del apoyo de Ávila a Enrique II de Castilla, y que ardieron algunas casas del arrabal de la ciudad.

Durante la Segunda Guerra Civil Castellana (1.465-1.468) entre los partidarios de Enrique IV y su medio hermano, el infante Alfonso, el 5 de junio de 1.465 tuvo lugar en Ávila el suceso de la Farsa de Ávila, en el que fue depuesto el rey Enrique IV en una ceremonia en la que se coronó al príncipe Alfonso.

Ávila fue una de las 17 ciudades de la Corona de Castilla (junto con Burgos, Córdoba, Cuenca, Guadalajara, Jaén, León, Madrid, Murcia, Salamanca, Segovia, Sevilla, Soria, Toledo, Toro, Valladolid y Zamora) con el privilegio (se consideraba como tal a pesar de los gastos que suponía) del derecho a voto en Cortes tras la reducción del número de estas por parte de los Reyes Católicos en 1.480.

Este conjunto de ciudades, con la excepción de Toro, acabaron configurando provincias actuales.

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Edad Moderna

Durante el reinado de los Reyes Católicos, en la segunda mitad del siglo XV, y de Carlos I y su hijo Felipe II, ya en el siglo XVI, la ciudad volvió a renacer gracias a las idas y venidas de la corte.

Ávila prosperó y la provincia fue testigo del nacimiento de varios personajes religiosos, escritores y consejeros espirituales como fueron Teresa de Cepeda y Ahumada (más conocida como Santa Teresa de Jesús), nacida en la capital, y San Juan de la Cruz, que nació en la localidad de Fontiveros.

Su concejo fue uno de los principales organizadores de la Guerra de las Comunidades y en ella se formó la primera junta de los comuneros.

A partir de finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII la ciudad comenzó una larga decadencia y despoblación.

El inicio de este declive se vio inscrito en la fase de dificultades que atravesaba el Imperio español, que arrastró consigo a Castilla.

En 1.599 una epidemia de peste se llevó consigo a casi el 12 % de la población de la ciudad.

Por otra parte la expulsión de los moriscos dictada en 1.609 por el monarca Felipe III afectó al 13,8 % de los habitantes de Ávila.

Otros factores que incidieron en la decadencia de la ciudad fueron la caída en picado de la actividad textil y la gran cantidad de mendigos, amparados por el elevado número de instituciones benéficas existentes en la ciudad.

En 1.618 la ciudad contaba solo con 1.500 habitantes, cantidad que aumentaría a los 4.085 correspondientes al año 1.752.

[…]Ávila está en suma decadencia, y en gran parte se debe atribuir a que de tantos mayorazgos como tenía, apenas ha quedado un propietario residente en ella […] Todo está lleno de renteros y administradores, empeñados en subir hasta lo sumo la renta […] La Corte se ha sorbido infinitas familias de un siglo a esta parte, que hacían un gran papel […] pues tenían florecientes las haciendas que después abandonaron al manejo de apoderados[…].

Antonio Ponz, 1.778

A finales del siglo XVIII tuvo lugar en Ávila la fundación de la Real Fábrica de Algodón, instalada en 1.788 con capital estatal por los técnicos ingleses Jhon Berry y Thomas Bilne.

Sin embargo el proyecto fue un fracaso, ya que sus tejidos de algodón no encontraron una salida en el mercado y, tras una notoria falta de productividad, sería traspasada en 1.799 para terminar estableciéndose en ella finalmente una fábrica de lanas.

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Edad Contemporánea

La ciudad de Ávila fue saqueada por los franceses durante los días 4, 5, 6 y 7 de enero de 1.809, por orden del mariscal francés Lefèvbre.

Las tropas francesas desvalijaron varias iglesias de la ciudad, además de casas particulares, y tuvo lugar el incendio del matadero de la ciudad.

A lo largo del siglo XIX la ciudad continuó con la decadencia y el estancamiento característicos de los siglos anteriores.

Pascual Madoz la describió en 1.845 como una ciudad “arruinada y tenebrosa”.

En 1.864 el poeta Gustavo Adolfo Bécquer dijo de ella:

[…]Casi perdida entre la niebla del crepúsculo y encerrada dentro de sus dentellados murallones, la antigua ciudad, patria de Santa Teresa, Ávila, la de las calles oscuras, estrechas y torcidas, la de los balcones con guardapolvo, las esquinas con retablos y los aleros salientes. Allí está la población, hoy como en el siglo XVI, silenciosa y estancada[…].

Gustavo Adolfo Bécquer, 1.864

Durante la Primera República, Ávila fue una de las ciudades en las que se extendió el movimiento cantonal (fue una insurrección que tuvo lugar durante la Primera República Española entre julio de 1.873 y enero de 1.874 para instaurar inmediatamente la República Federal sin esperar a que las Cortes Constituyentes elaborarán y aprobarán la nueva Constitución Federal), el manifiesto revolucionario sería firmado el 20 de julio de 1.873.

Durante la segunda mitad del siglo XIX se produjo una lenta recuperación demográfica con la construcción del ferrocarril, lo que hizo de la ciudad un importante nudo en la línea de Madrid a la frontera francesa por Irún.

En 1.936, tras el estallido de la Guerra Civil, la ciudad, al igual que la práctica totalidad de Castilla y León, pasó a formar parte rápidamente de la zona ocupada por las tropas sublevadas.

La participación de Ávila en la sociedad española ha sido bastante reducida a lo largo del siglo XX.

El rótulo actual, Ávila (plaza), fue confirmado según acuerdo municipal de mayo de 1.953.

NOTA

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Se ha utilizado en esta relación el orden oficial numérico de los distritos municipales, dentro de estos se ha utilizado el orden alfabético de los barrios, y dentro de estos, el orden alfabético de los rótulos.

Conforme a lo dispuesto por el Excmo. Ayuntamiento en materia de rótulos, se han expresado éstos en lengua valenciana, salvo los de procedencia netamente castellana, los de personajes que han solicitado sus descendientes o instituciones relacionadas con los mismos el respeto a la expresión castellana o los de dudosa traducción.

Fuentes consultadas:

Bibliografía

  • Las calles de Valencia y pedanías, Rafael Gil Salinas y Carmen Palacios Albandea

  • Vicente Gascón Pelegrí. Prohombres valencianos en Los últimos cien años, 1.878-1.978. Valencia.

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